5 de los tesoros más buscados en la actualidad
Son el sueño más codiciado de arqueólogos, exploradores, seguidores del arte o historiadores: hablamos de los tesoros más buscados del mundo en los tiempos que corren, aquellas piezas rodeadas de un aura casi sagrada o mágica y que parecen teñidas de una reminiscencia de película, como sucede con el Santo Grial, la tumba de Cleopatra o el Reino de Paititi.
La obra de arte más robada de la historia
Se trata del Políptico del Cordero Místico o Altar de Gante, un encargo del regidor gantés Joos Vijdt y su esposa Elisabeth Borluut a los hermanos Hubert y Jan van Eyck instalado el día 6 de mayo de 1432 en la capilla de dicho matrimonio en la iglesia de San Juan, actual Catedral de San Bavón. Esta obra icónica del arte flamenco experimentó numerosos vaivenes, comenzando por su ocultamiento en la torre a raíz de los ataques inconoclastas calvinistas.
En el año 1794 los franceses transportan sus cuatro tablas centrales a París, mientras que en 1821 las tablas laterales van a parar a Berlín mediante un coleccionista británico. Todas las piezas se reúnen en 1920 tras el tratado de Versalles. Sin embargo, catorce años después las tablas de Juan el Bautista y los Jueces Integros son robadas.
Aunque la primera de ellas fue recuperada al poco tiempo, la de los Jueces Íntegros sigue desaparecida. Jef Van der Veken (1872–1964), renombrado restaurador de los primitivos flamencos, pintó en 1939, por iniciativa propia, una copia de esta desaparecida tabla, inspirándose en la copia llevada a cabo por Michiel Coxcie (1499–1592) realizada entre 1557 y 1559 por encargo de Felipe II.
El panel de una obra que en seis siglos ha pasado por las manos de personalidades como Bonaparte o el Führer, y que incluso llegó a intentar ser recuperada por Goebbels, sigue en la actualidad desaparecida.
Los fósiles del hombre de Pekín
Esta reconstrucción del cráneo del Hombre de Pekín fue realizada por el antropólogo alemán Franz Weidenreich. Por desgracia, los restos originales del Hombre de Pekín, un auténtico tesoro científico, siguen desaparecidos. La historia de estos fósiles se remonta a comienzos de la década de los años veinte, cuando el arqueólogo sueco Johan Gunnar Andersson descubrió una rica ubicación cerca de la ciudad minera de Zhoukoudian. Cuatro años más tarde, algunos materiales que su colega Otto Zdansky había recuperado en este enclave fueron identificados como los dientes de una criatura similar a los humanos.
Zhoukoudian resultó ser un semillero de fósiles de homínidos. Durante los años 1920 y 1930, los arqueólogos desenterraron numerosos dientes, algunos esqueletos inferiores, 11 mandíbulas inferiores y componentes de 14 cráneos diferentes. Ahora sabemos que estos provienen de la especie Homo erectus, pero en ese momento, los científicos pensaron que representaban un primate nunca antes visto, que fue apodado como el “Hombre de Pekín”.
Antes del año 1941, los fósiles se encontraban en el Hospital de la Universidad Médica de Pekín. Durante su estancia, el antropólogo alemán Franz Weidenreich realizó moldes de varios huesos, algo que sirvió para preservar el interesante material original. Ese año, cuando China contactó con el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, este se ofreció a asumir su custodia temporal hasta el final de la guerra.
Sin embargo, tras ser embalados en cajas en ese mes de diciembre, desaparecieron. Existen toda clase de teorías sobre su paradero: algunos creen que están en Japón, otros apuntan a que se hallan en Estados Unidos mientras que otras teorías apuntan hacia Qinhuangdao.
Menorah del Templo de Salomón
El Templo de Salomón en la antigua Jerusalén fue destruido por los babilonios en el año 586 a.C.E. Se dice que el Arca de la Alianza, un cofre que contenía las tablas de piedra que Moisés trajo del monte Sinaí, se encontraba en este lugar de adoración antes de la invasión. Qué sucedió con el Arca es uno de los mayores misterios en la arqueología bíblica.
Pero además, el Segundo Templo de Salomón, edificado en torno al 513 a. C y que sufrió numerosas mejoras y expansiones, también guarda su secreto. Demolido en el marco de una rebelión que enfrentó a judíos y romanos en el año , únicamente quedó en pie una porción del Muro Occidental, que ahora se considera un lugar sagrado y un sitio de peregrinación para los fieles. Dentro había un menorah de oro, capturada en este saqueo romano en el año 70. Según el historiador de la Antigüedad Josefo habría sido llevado a Roma, donde se mantuvo en el templo de Vespasiano de la Paz.
Según los estudiosos, la Menorá desapareció cuando los visigodos saquearon Roma en 410 dC, o los vándalos en 455 dC. Sin embargo, una creencia popular -y no verificada- es que el Vaticano ha estado ocultándola durante todo este tiempo.
Las joyas de la corona irlandesa
En el Museo Garda de Dublín, los visitantes del castillo pueden ver la caja fuerte que alguna vez albergó las joyas de la corona irlandesa, que puedes apreciar en formato de ilustración: consistían en una insignia oval de la orden y un colgante con cuatrocientos diamantes, una cruz de rubí y un trebol de esmeralda,accesorios de la ceremonia de iniciación para la orden de caballería creada en 1783 por Jorge III, coronado rey de Irlanda y Gran Bretaña en 1760.
Las dos joyas estaban bajo el cuidado de Sir Arthur Vicars, que los mantuvo bajo llave en el Castillo de Dublín. Sin embargo, el 6 de julio de 1907 se descubrió que habían sido robados. Y para empeorar las cosas, el Rey Eduardo VII tenía previsto visitar Dublín cuatro días después. La desaparición de las joyas le costó a Vicars su posición.
Este moriría en 1921, asesinado en presencia de su esposa por miembros del Ejército Republicano Irlandés. ¿Robó el las joyas de la corona? A día de hoy no se sabe, aunque algunos han dibujado la teoría de que el autor intelectual de este crimen fue Francis Shackleton, asistente de los vicarios en el Castillo de Dublín y que habría estado teniendo una aventura con el cuñado de Eduardo VII.
El codiciado cofre de Forrest Fenn
Miles de personas han buscado en Estados Unidos este tesoro consistente en cientos de pepitas y monedas de oro valorados en dos millones de dólares estadounidenses, que el coleccionista Forrest Fenn dijo haber dejado escondido tras ser diagnosticado de cáncer de riñón, aunque todavía sigue vivo. El botín está en las Montañas Rocosas, a más de 1.500 metros de altitud y las pistas para encontrarlo se encuentran hipotéticamente en un poema del libro de memorias de Fenn, cuyo verso final reza así: “así que escúchame y escucha bien, tu esfuerzo valdrá la pena. Si eres valiente y arrojado, te doy el título de oro”.
Más de 350.000 personas han ido en busca del tesoro y según Fenn, algunos de los aventureros han llegado a estar a unos sesenta metros del cofre. Aunque él sigue insistiendo en que el tesoro no se esconde en un lugar peligroso, al menos cuatro exploradores han muerto mientras lo perseguían. (Tcb).