¿Cuál es el límite de leche que pueden tomar los niños diariamente?
La leche es, sin duda, uno de los alimentos más nobles para la dieta de los niños. No solo por el hecho de que los humanos somos mamíferos y, por lo tanto, la naturaleza nos ha provisto de la leche materna, el mejor alimento para los primeros meses, incluso los primeros años, del bebé: también porque -en particular en el mundo occidental- hemos sabido aprovechar la leche de la vaca (y también de otras especies), que aporta buena parte de los nutrientes necesarios durante la infancia. Entre ellos se encuentran el calcio, el fósforo, vitaminas A y D y algunas del grupo B, proteínas, azúcares y grasas.
El caso es que, así como hay niños a quienes los productos lácteos no les gustan o les sientan mal, hay otros a los que la leche parece gustarles demasiado. Algunos pueden llegar a tomar hasta un litro por día. ¿Puede ser excesivo este consumo de leche? ¿Cuánto es demasiado? ¿Qué problemas puede acarrear?
¿Cuánta leche deben tomar los niños?
Cuando se habla de lactancia materna, lo indicado por los especialistas es que la alimentación sea a demanda: es decir, dar el pecho al bebé cada vez que este lo pida. Para niños de entre 1 y 9 años, en tanto, la cantidad de productos lácteos recomendada por la Asociación Española de Pediatría (AEP) es de 2 o 3 raciones por día. ¿A cuánto equivale una ración? Una taza de leche (entre 200 y 250 mililitros), un bote de yogur (125 gramos) o unos 30-40 gramos de queso curado.
El consejo de los pediatras es que los niños no tomen más de medio litro de leche por día “como costumbre”, ya que, como en general los niños también consumen otros productos lácteos, además de la leche, con esta cantidad la necesidad diaria ya estaría cubierta.
De todos modos, los expertos de la AEP hacen dos aclaraciones valiosas. En primer lugar, destacan la importancia de respetar las señales de hambre y saciedad en los niños. Si en la primera etapa el consejo es amamantar a demanda, también durante el resto de la infancia se deben tener en cuenta los deseos y necesidades que el propio niño exprese. Y, en segundo término, derivado del anterior, que siempre “se habla de cantidades aproximadas, que en ningún caso se tomarán como reglas estrictas”.
Si el niño toma mucha leche, ¿qué riesgos existen?
Si los niños ingieren mucha leche “no ocurre ninguna catástrofe”, aunque el consumo excesivo “ocasiona algunas consecuencias que a veces no se tienen en cuenta”, afirma la pediatra Ana Martínez Rubio, miembro del Centro de Salud de Camas, en Sevilla, en un artículo publicado por la AEP.
La principal de esas consecuencias es que los productos lácteos -es decir, no solo leche, sino también productos como el queso, el yogur y las natillas- “sacian al niño y le quitan el apetito para comer otros alimentos que también necesita”. Se sabe que lo más adecuado, tanto para niños como para adultos, es que la dieta sea variada y equilibrada. Si bien los lácteos poseen muchos nutrientes valiosos, carecen de otros, que deben ser suministrados por alimentos diferentes.
En particular, muchos niños que toman mucha leche sufren de una falta de hierro, debido a que “el calcio de la leche atrapa el hierro de otros alimentos”. Por otra parte, los lácteos carecen de fibra. Este hecho, sumado a que en general los niños no consumen demasiadas verduras, puede ser causa de estreñimiento.
Los niños pueden comenzar a beber leche de vaca y otros lácteos a partir del año de vida. Entre ese momento y hasta que cumple dos, los médicos recomiendan quela leche que tomen los bebés sea entera, es decir, con toda su grasa. “Como en esta etapa -apunta Martínez Rubio- crecen muy deprisa, pero al mismo tiempo tienen un estómago pequeñito, conviene que tomen alimentos con muchas calorías”, aprovechando además que, salvo excepciones, a esta edad el colesterol no representa ningún riesgo y la grasa de la leche les ayuda a absorber mejor las vitaminas A y D.
Pero si el consumo es muy elevado, las calorías pueden ser demasiadas y favorecer el sobrepeso o la obesidad. Sobre todo porque la dieta de lácteos incluye productos como natillas, flanes o helados, que contienen azúcares añadidos en muchas ocasiones. Este azúcar, por su parte, es un factor que aumenta el riesgo de caries.
¿Y qué pasa con los adultos?
En 2014, un estudio publicado por investigadores suecos halló una posible relación entre un consumo elevado de leche en personas adultas (unos tres vasos por día) y una mayor tasa de mortalidad a edades más tempranas y -sobre todo en mujeres- mayor riesgo de fracturas óseas.
El trabajo, publicado en la revista especializada BMJ (The British Medical Journal), se basó en una muestra importante: la evolución de la salud, a lo largo de dos décadas, de más de 61.000 mujeres y de 45.000 hombres. De acuerdo con sus resultados, las mujeres que tomaban unos 700 mililitros de leche diarios tenían hasta un 90 % de riesgo de morir más jóvenes que quienes solo tomaban 200-250, y hasta un 60 % de probabilidades mayores de sufrir una fractura de cadera.
Tales conclusiones reavivaron las polémicas recurrentes en torno al consumo de leche por parte de los adultos. Sin embargo, el hecho de que la muestra poblacional analizada, si bien es amplia, se reduce a tres condados del centro de Suecia, así como otras características del estudio, sus propias conclusiones recomiendan “una interpretación prudente de los resultados”.
La mayoría de los restantes estudios, por lo demás, afirma que no existen evidencias ni pruebas concretas de que el consumo de leche aumente la mortalidad en adultos, ni tampoco un mayor riesgo de sufrir cáncer o problemas coronarios. En todo caso, como se ha señalado en el caso de los niños, sí se debe tener precaución ante el consumo de productos lácteos que incluyen ingredientes cuyos riesgos sí están comprobados, como el azúcar. (D).