La eterna espera de los cubanos, captada por los pinceles de un neoyorquino
La Habana.- La eterna espera de los cubanos de que ocurra algo que haga su vida más fácil ha sido capturada en forma de acuarelas por el artista neoyorquino James Rauchman, un enamorado de Cuba que ahora expone en La Habana los retratos de sus amigos de la isla bajo el título “Esperando”.
Esperar bajo el sol caribeño el autobús que pasa lleno, esperar en la cola de la bodega la cuota normada de alimentos, esperar la visita del ser querido que se marchó de la isla, esperar que lleguen días de bonanza o de menos apreturas… una espera cotidiana que toma forma de cansancio, hastío, seriedad o abstracción sobre los sesenta rostros de mirada fija retratados por Rauchman.
“Para mí, lo interesante es que ‘esperar’ tiene dos significados en inglés, ‘waiting’ y ‘hoping’: significa aguardar, pero también albergar esperanza. En este caso, creo que sirven los dos significados, creo que los cubanos están esperando un cambio, algo que les facilite la vida, lo que quiera que ello sea”, explicó el artista a Efe.
Los retratos se exponen desde esta semana sobre la imponente pared negra de la Fábrica de Arte Cubano (FAC), un espacio en el que los tonos alegres de las acuarelas y de la ropa de los retratados contrastan con el fondo oscuro, pero también con los gestos adustos de sus protagonistas.
Sin embargo, Rauchman siempre percibió como denominador común de los cubanos, “una increíble perseverancia, la voluntad de encontrar la felicidad en los detalles más simples de la vida, y la aceptación del hecho de que a veces la vida puede ser difícil”.
“Todas esas cosas me han inspirado”, sostiene, mientras recibe, abraza y se fotografía con sus amigos isleños, que van llegando en familia a la exposición, se buscan excitados sobre la pared y señalan con ilusión sus retratos.
Las acuarelas plasman a adultos, ancianos y niños, a blancos, negros y mulatos, todos sentados en reposo, con las manos en el regazo o sobre los brazos de las sillas antiguas, sillones de plástico y mimbre, las tradicionales mecedoras cubanas conocidas como “comadritas” e incluso sobre una alfombra.
Rauchman llegó a Cuba por primera vez en 1997 y desde entonces ha regresado en 40 ocasiones, aunque la serie expuesta la pintó entre 2004 y 2006 y una selección fue expuesta en la Bienal de La Habana ese último año.
La pared negra de la aclamada FAC “es el espacio perfecto, porque las acuarelas por separado tienen un significado, pero más allá de los retratos individuales este el retrato de un pueblo, y por ello quiero que puedan ser contemplados juntos”, refiere.
Tras las pinceladas, muchas historias, aunque para el neoyorquino ninguna en concreto guarda un significado más especial que el resto.
“Todas son especiales para mí, al igual que cada persona es única. Y todas son exploraciones, he intentado explorar quiénes son”, sentencia.
Algunas de las acuarelas las protagonizan amigos muy cercanos que son artistas, y otras son de personas que Rauchman conoció por casualidad y accedieron a posar para él porque tenían tiempo en ese momento.
Hay, por ejemplo, una familia completa retratada: la madre, el padre, los dos hijos, el tío. Los conoció la primera vez que llegó a la isla a través de su marido, un biólogo que desarrollaba un proyecto conjunto con científicos cubanos.
“Y se convirtieron en amigos, así que los pinté a todos”, sonríe el artista.
Hoy, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba pasan de nuevo momentos de tensión tras la esperanza suscitada por el “deshielo” impulsado en la época de Barack Obama, un giro que “enfada mucho” a este pintor por las implicaciones que ese enfriamiento tiene para las relaciones entre los ciudadanos de una y otra orilla.
“Vengo de Nueva York, que está más o menos unida contra Trump, pensamos que es un idiota. Me gusta poder decir esto, y esperemos que el péndulo oscile y regrese con más fuerza en dirección contraria, que esto sea solo una mala etapa”, confía.
Además, insiste en que para un estadounidense “no es tan difícil viajar a Cuba como algunos medios nos quieren hacer creer”.
“Los estadounidenses aún pueden venir a Cuba. Yo estoy aquí. Creo que (la nueva política de Washington hacia la isla) es estúpida, qué puedo decir, es tan estúpida…”, concluye.(EFE).